Nacimos. Jugamos. Gozamos el tiempo con nuestra familia. 

Tuvimos el privilegio de poder ir a la escuela y eventualmente a la universidad. También de conseguir un trabajo en una compañía “respetable”.

Nos endeudamos tratando de conseguir una vivienda, transporte, comida y sustento. Vendimos nuestro tiempo, salud y bienestar por dinero.

Nos sumergimos en un camino que es considerado el más común y adecuado en el mundo: ser productivo, pagar impuestos, votar, buscar la realización personal y formar una familia.

No nos preocupamos del impacto que nuestro trabajo, nuestras compras, nuestros momentos de recreación y todas nuestras decisiones tienen en el medio ambiente, la sociedad en que vivimos, nuestros vecinos o la naturaleza.  Asumimos que alguien más ya lo había pensado y nos confiamos de que lo habrían tomado en cuenta para nuestros trabajos, los bienes que producimos y consumimos, la manera en que vivimos y el futuro que construimos.

Nos tomó 25 años darnos cuenta de que todo lo que conocemos hoy y pensábamos que era lo correcto, no lo es. Nuestro mundo y nuestra sociedad está cambiando y deteriorándose a un paso nunca antes visto.

Estamos a un paso de no poder ofrecer a nuestros hijos un planeta en el que se pueda existir, donde ellos y el resto de las personas puedan tener una oportunidad de crecer, enamorarse, formar una familia y envejecer dignamente.

Nos hemos dado cuenta de que hay mucho por hacer para cambiarlo, no sólo para ellos sino para todas las generaciones futuras. La oportunidad de poder ofrecerles ese cambio es nuestra motivación para crear Existencia Sostenible.